Prensa

Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Discurso pronunciado por el rector Salvador Jara Guerrero, en la ceremonia por el CCI Aniversario del Levantamiento en Armas de José María Morelos

31 octubre, 2012

31 de Octubre del 2012.

Nocupétaro, Michoacán.

Buenos días, es un honor para mí y para la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo participar como orador oficial en este acto.

Hoy recordamos el día en que José María Morelos, acompañado por los hoy llamados héroes de Nocupétaro se integraron el ejército del Sur. Ese fue el día en que el cura, de espíritu ilustrado y conciliador, decide defender la independencia de esta Nación.

Describe el cura Morelos a su compadre Francisco Díaz de Velasco de la siguiente forma:

 “Antialler llegué a esta con 16 indígenas armados de Nocupétaro y hoy me encuentro con doscientos noventa y cuatro de a pie y cincuenta de a caballo veo de sumo interés escoger la fuerza con la que debo atacar al enemigo más bien que llevar un mundo de gente sin armas ni disciplina. Cierto que pueblos enteros me siguen a la lucha por la independencia; pero les impido diciendo que es más poderosa su ayuda labrando la tierra para darnos el pan a los que luchamos y nos hemos lanzado a la guerra: es grande la empresa en la que nos hemos empeñado pero nuestro moderador es Dios que nos guía hasta ponernos en posesión de la tierra y la libertad. Usted desde su lugar prestará los eminentes servicios que le encomendé y desde luego espero que con este correo me diga el movimiento del enemigo en nuestro pueblo y la Hda. de San Antonio que no dudo esta finca es hostil a Nocupétaro. Me acompaña el indio Marcelino González, quien como usted sabe, dispuso de trescientos pesos del Estado y aseguró este pago con el rancho de la Concepción le ordeno a usted por la presente  que venda usted: de mis intereses lo que fuere necesario para sacar los trescientos pesos a que me refiero para hacer dicho pago, y haga Ud,  la entrega de este rancho la Concepción al sr. Mariano Melchor de los Reyes, Gobernador de Indígenas de dicho pueblo lo que sobre de mis intereses lo repartirá por igual a sus dos hijas, mis ahijadas María y Guadalupe.

Dios guarde a su merced muchos años”.

Morelos era un convencido del cumplimiento de la ley y de las responsabilidades contraídas, pero también que un pueblo no puede vivir en paz ni con bienestar si se conduce con normas impuestas y obedece a intereses ajenos. Sabía que la dependencia de España y el sometimiento del rey español a los franceses eran la causa más importante de la infelicidad de los americanos.

Sus estudios y su vocación sacerdotal lo inducían a una actitud conciliadora alejada de las armas y mucho más orientada a la reflexión y a las labores del conocimiento, de las que debió haber abrevado en su paso por el Colegio de San Nicolás Obispo.

Era un hombre interesado en los cambios pacíficos y en la búsqueda  de normas y reglas claras que permitieran la convivencia justa, de esto pueden dar fe su tránsito por las parroquias de Carácuaro y Nocupétaro, donde no quedó constancia de que fuera un hombre de armas tomar y que si bien llegó a tener diferencias con algunos de sus habitantes, las trato de resolver acudiendo siempre a los cauces legales existentes, como se puede observar  en la correspondencia que de él se ha conservado.

El cuidado y preocupación que tuvo siempre por su madre y su hermana, tras el abandono sufrido por su padre y hermano mayor, lo muestran como un hombre bondadoso y agradecido, sin un interés por acudir a las armas.

Pero por otra parte, Don José María Morelos representa al criollo, al americano orgulloso de su tierra, que se niega a aceptar la condición de opresión y abuso de los españoles. La negativa española a conceder la independencia y su violenta reacción en contra de los independientistas orillan a Morelos a tomar las armas como último recurso.

La lucha de Morelos no fue un movimiento sin sentido o un fin en sí mismo, el uso de la fuerza era algo transitorio, el objetivo de la batalla por la independencia era la formación de instituciones que dieran paz y prosperidad a la nueva nación; muestra de ello son los Sentimientos de la Nación, declaración de principios, donde Moreloa expresaba claramente su voluntad de que la lucha se materializara en un Estado, donde los espacios para la resolución de conflictos fueran por la vía de un nuevo orden más equitativo y justo.

LA CONSTITUCIÓN COMO MECANISMO PARA ALCANZAR LA PAZ

Su lucha fue de principios e ideas, la beligerancia no sería permanente, sino una etapa para establecer una paz duradera.

Para Morelos, las armas deben ceder su lugar a las leyes por eso, aún durante los momentos más crudos de la guerra, su pensamiento estuvo puesto siempre en consolidar un orden constitucional que diera cauce a los ideales que detonaron la revuelta. La responsabilidad compartida, la justicia social, la equidad y la libertad deberían tener un anclaje fuerte y duradero en el ideario americano.

Morelos, no fue ajeno al movimiento constitucionalista del Siglo XIX.

Inaugurando en Norteamérica y Francia, el ideal de la constitución moderna implica la idea de un contrato social donde, resultado de la soberanía popular, se plasman los principios y valores más elevados y se reflejan las reglas organizativas y los derechos y obligaciones de los gobernantes y los gobernados.

Las constituciones del siglo XIX aspiran a recoger los frutos de las luchas por la justicia y la libertad, y aspiran a sentar las bases de sociedades más equitativas, donde hay claros límites al ejercicio del poder, donde hay derechos que los gobernados pueden oponer a los “tiranos”, pero también, en las constituciones modernas se establecen las obligaciones mínimas de todo ciudadano para garantizar la convivencia armónica y paz social.

Morelos, como hombre de su época, vio en la constitución el mejor mecanismo para dar forma y contenido a la nación en surgimiento. Por ello, llegó a escribirle a Ignacio López Rayón, que estaría “dispuesto a dar la vida por la Constitución” y esto era así porque la Constitución de 1814, llegó a representar la verdadera independencia de nuestro País.

 

Morelos propone, en el texto de Apatzingán, un nuevo contrato social para esta América independiente fundado en los principios de igualdad, libertad y justicia social.

Partiendo de una soberanía absoluta, los americanos deben darse sus propias reglas, estableciendo las bases para formar su propio gobierno y dictar sus propias leyes tendientes a la felicidad.

MORELOS BUSCABA EL ORDEN DENTRO DE LA INSURGENCIA

En sus textos Morelos deja ver que la guerra es algo temporal, un medio para llegar a un fin superior, por ello, gran parte de sus esfuerzos tendieron a dar orden al movimiento insurgente y a brindar de un marco jurídico y constitucional a la nación en surgimiento.

Los Elementos constitucionales, redactados por el Licenciado López Rayón, en parte dejaron satisfecho al cura Morelos. Por eso mostró una parcial conformidad ante el cuadro legalista de Zitácuaro; sin embargo, él estuvo decidido a romper y rompió los lazos de dependencia política respecto a España.

Desde su propio ángulo patriótico, Morelos introdujo el orden dentro de la insurgencia que pretendía la unión y tendía a organizarse. Esto ocurrió cuando vio el peligro que representaban las divisiones por las rivalidades parlamentarias.

Para lograr su propósito, se apoyó en su talento y fuerza militar, con tal éxito, que llegó al grado de convencer al propio licenciado Rayón para que trabajara y aportara luces en el Congreso de Chilpancingo.

Parece ser que Morelos -con el antecedente de su fuerza, valor, prestigio y triunfos, en general polos opuestos a la trayectoria revolucionaria de Rayón y de los demás hombres de Zitácuaro- antes de entregarse a su labor legislativa que culminó con la Constitución de 1814, orientó su pensamiento político hacia la solución de los problemas más inmediatos de la revolución.

Una de sus principales preocupaciones fue que tanto el movimiento insurgente como el país entero se sumieran en la anarquía.

En una carta dirigida a Ignacio López Rayón, donde propone a José Sixtos Verduzco como miembro de la Junta de Chilpancingo dice: “Estabamos en un mismo pensamiento y muchos días ha que la he deseado para evitar tantos males por los que nada hemos progresado, y por ellos hemos padecido hambres y desnudeces… no hay duda de que a los principios nos fue preciso extender muchas comisiones para aumentar el fermento, pero ya es tiempo de amasar el pan”.

Morelos ansiaba además ver la libertad coronada por el orden constitucional. Con preocupación veía a los insurgentes discutir acaloradamente entre ellos, sin llegar a acuerdos de fondo.

En el discurso inaugural del Congreso constituyente de Chilpancingo, el 14 de septiembre de 1813 dijo: “Yo tiemblo al figurarme los horrores de la guerra, pero aún me estremezco más al considerar los de la anarquía”.

Actuó así, con el objeto de garantizar la seguridad y el éxito del Constituyente; por esta razón, Morelos publicó sus diversos decretos, reglamentos y leyes que principalmente sirvieron para resumir las injusticias y desigualdades que el Caudillo vivió, sufrió y sintió, y que aparentemente sólo estaban vistas desde el ángulo militar.

En esta forma se operó en Morelos una metamorfosis política maravillosa que lo llevó del modesto rebelde a ser el campeón de la insurgencia hacia una nueva constitucionalidad. Sus 23 Puntos o Sentimientos de la Nación y la Constitución de 1814, le sirvieron para dar respuesta a los principales problemas afrontados, y para garantizar la gobernabilidad y la paz social.

EL GRAN IDEAL ERA ESTABLECER LAS BASES MÍNIMAS DE CONCORDIA DONDE TODOS CONTRIBUYEN AL BUEN VIVIR

En su discurso de apertura en Chilpancingo, Morelos compara a la nación en surgimiento con un águila: “Es esta águila tan majestuosa como terrible… las plumas que nos cobijan serán las leyes protectoras de nuestra seguridad, sus garras los terribles ejércitos ordenados, sus ojos perspicaces la sabiduría que todo lo penetre y anticipe”.

La lucha de Morelos se inspiró en alcanzar la felicidad de los hombres. Su buen vivir.

El cura de Carácuaro toma las armas como último recurso para poder establecer límites al abuso arbitrario de los españoles. Sin embargo, su vista siempre estuvo por encima de la refriega, siempre miró como el águila de sus escritos hacia el horizonte de la legalidad.

La guerra fue entonces sólo un medio para alcanzar un Estado constitucional.

Ahora, más que nunca en México, sigue vigente ese anhelo de privilegiar la resolución de conflictos a través del Derecho y no de la beligerancia.

Otros, como Morelos, se sometieron estoicamente a los horrores de la guerra para legarnos el espíritu constitucionalista de libertad e igualdad. No debemos menospreciar esta heroica herencia.

Ahora, cuando parece, por lo menos en el discurso, que la solución a nuestros problemas está en una “guerra” contra todo aquello que nos amenace, cuando la violencia tiene una voz más fuerte que el Derecho, cuando parece que el capricho de unos pocos puede someter a las mayorías y a la propia Constitución, a las leyes o puede mermar la autoridad legítimamente constituida, es cuando debemos replantear hacia dónde vamos.

¿Por qué parece que hemos olvidado el pensamiento de Morelos?

Sus bandos, sus decretos, sus cartas, sus discursos dan cuenta de su preocupación por la consolidación de una nación sobre la base del compromiso mutuo de todos los americanos. Pero también dan cuenta, de una visionaria preocupación por la confrontación de intereses particulares con el interés general. El problema de la anarquía de las minorías que tanto desvelo le causó al Generalísimo sigue vigente 200 años después.

Es momento para detenernos y reflexionar. ¿Cómo armonizar las pretensiones de unos cuantos con los derechos de otros muchos? ¿Cómo acotar los “caprichos” de minorías irracionales?

Decía Morelos que el enemigo más funesto  e implacable habita en medio de nosotros: “Son las pasiones que despedazan y corroen nuestras entrañas, nos destruyen interiormente y se llevan al abismo de la perdición innumerables víctimas; pueblos hechos vil juguete de ellas”

Es momento de reflexionar y moderar nuestros impulsos egoístas de hacer prevalecer, a toda costa, la visión individualista a ultranza que tenemos cada uno de nuestro “derecho”.

Debemos abrir nuestra conciencia a los derechos de los demás, al bien común. Reconocer los puntos de coincidencia y respetar las divergencias. Rescatando el ideal de paz social y convivencia armónica para lograr la felicidad.

Reconociendo en el espíritu moderado del humanista Morelos, que todos tenemos responsabilidades y obligaciones, derechos y razón, respetando las instituciones que nos hemos dado a lo largo de nuestra Historia y reconociendo los principios y valores que sustentan nuestra Patria, debemos renunciar al impulso egoísta de imponer por la fuerza o la violencia los intereses particulares.

No es pisoteando los derechos “del otro” como se alcanza la efectiva garantía del derecho propio. No es violentando la ley para acallar minorías incómodas en detrimento del bien común como tendremos paz, justicia y bienestar. Temamos la anarquía como lo hizo Morelos y continuemos la  construcción del futuro anhelado por José Ma. Morelos para México, un futuro sólidamente fundado en buenas leyes que fomenten la responsabilidad compartida, la justicia y la equidad y den paz y bienestar a todos los mexicanos.