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Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo

Discurso del Rector Salvador Jara en el homenaje por el 10 aniversario luctuoso del maestro Alfredo Zalce

22 enero, 2013

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Alfredo Zalce era un maestro por  vocación. Las puertas de su estudio estaban siempre abiertas para quien quisiera aprender alguna de las técnicas plásticas que él dominaba. Jóvenes y señoras abarrotaban su casa y encontraban a un siempre dispuesto Zalce, que con paciencia transmitía lo que tiempo y trabajo le habían enseñado.

Más allá de la técnica, Zalce ponía énfasis en lo que el arte tenía de provocador para entender de una manera diferente la realidad. Zalce sabía del poder generador que tiene el arte para transformar las sociedades.  Confiaba en que la característica esencialmente humana del arte le impregnara a la sociedad la solidaridad, la generosidad, el respeto a la diferencia, que tanta falta le hacían desde entonces.

Por eso es que el maestro Zalce incursionó en la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Lejos de las polémicas políticas, de los sectarismos coyunturales, Zalce apostó  por la función social del arte.  Plasmó en sus murales pintados en varios edificios públicos de México, su visión particular sobre diversos hechos históricos.

Convertir el arte en protagonista de una forma de vida diferente. Ahí donde la ciencia es miope, el artista  se convierte en  un virtuoso telescopio para mostrarnos un cariz distinto de una sociedad más compleja por cierto, pero también más rica.

Es cierto que las ciencias del espíritu no pueden progresar en el sentido de las ciencias naturales, ni ser aceptadas como verdad a través de una correspondencia experimental, pero es importante que reconozcamos, que necesariamente las ciencias del espíritu y el arte producen conocimiento, y éste deberá caracterizarse a través de una noción  radicalmente distinta de lo que significa la verdad.

Con frecuencia se ha visto al arte como el mejor ejemplo de las ciencias del espíritu y como el extremo opuesto a las ciencias naturales. La creación frente al descubrimiento, la creatividad frente a la objetividad. ¿Qué clase de conocimiento obtenemos del arte? ¿Es posible hablar de verdad en el arte? Heidegger considera que  “en la obra de arte está en obra el acontecimiento de la verdad; que el arte hace surgir la verdad”.

El modelo de verdad del arte manifiesta una verdad retórica, persuasiva, una razón argumentativa que no debe confundirse por ello con manipulación. El arte nos permite develar el falaz intento de demarcar la verdad y la falsedad de manera absoluta. La obra de arte es verdadera y cobra sentido porque (y sólo cuando) el observador se compromete con la obra y ésta como experiencia artística modifica necesariamente al sujeto.

El artista es el origen de la obra. La obra es el origen del artista.

Es verdad que la obra de arte nos da a conocer públicamente otro asunto, es algo distinto; es alegoría. Además de ser una cosa acabada, la obra de arte tiene un carácter añadido. La obra es símbolo, la historia también lo es, las ciencias del espíritu en general, también lo son.

Harold Pinter, laureado con el Premio Nobel de Literatura en 2005, decía que “no existen grandes diferencias entre realidad y ficción, ni entre lo verdadero y lo falso, que una cosa no es verdaderamente cierta o falsa; puede ser al mismo tiempo verdad y mentira, pero la única verdad es que no hay verdad única”. Evidentemente su afirmación se refería a la realidad del arte y las ciencias humanas.

El surrealismo es fundamental para entender la obra de Zalce, este movimiento surge de un peculiar encuentro entre la poesía y las artes plásticas, con el propósito de dar cauce a los misterios del inconsciente y a la magia encerrada en la prosa del mundo. Para los surrealistas el mundo habitual se encuentra atravesado por lo ilógico y lo innombrable, dimensiones abismales que están ahí y que la ciencia positivista y la modernolatría se empeñan en desconocer. Si algo pretendían los surrealistas era mostrar, a la vez, lo visible y lo invisible, poniendo en crisis la evidencia de una realidad única sobre la que todo está dicho, en donde lo único que queda es confirmar la unidemensionalidad imperante.

Desde la segunda mitad del siglo XIX hasta bien entrado el siglo XX se desarrollan, principalmente en Occidente, aunque ello tuviera sus consecuencias en todo el globo, los avances técnico científicos y los descubrimientos más espectaculares de toda la historia del ser humano, así como una revolución en el plano cultural y filosófico difícilmente comparable a ninguna otra en el pasado. Sin embargo, a pesar de la vistosidad de lo científico, es en el plano de las ideas y en el arte, con la llegada de las vanguardias, donde se producen algunas de las más grandes convulsiones que traerían consigo un cambio de rumbo en la historia de la filosofía y de la cultura toda.

El arte contemporáneo resulta ininteligible sin la referencia al pensamiento moderno y sus derivas. El ser de una obra de arte es su significado. Hoy en día el arte es un modo de pensamiento, la experiencia estética resulta inseparable de su apropiación cognoscitiva; “las grandes obras de arte son aquellas que expresan los más profundos pensamientos y tratarlas como meros objetos estéticos es ignorar aquello que hace tan central el arte para el espíritu humano”.

Es por eso que apreciar una obra de arte del maestro Alfredo Zalce, más allá del mero goce estético, nos provoca, nos desafía a reinterpretar la realidad en la que vivimos.  Estoy convencido que nadie vuelve a ser el mismo una vez que, como espectador comprometido, asiste a una muestra de la obra del maestro Zalce.

Hoy, a los 10 años de su muerte, recordar a al maestro Alfredo Zalce, es también poner el acento en el arte como una característica esencialmente humana.

Zalce, más allá de los grandes próceres que se formaron al calor de las batallas, constituye el ejemplo del artista que con las manos movidas por su pensamiento agudo, construyó cientos de espejos para que al mirarnos en ellos nuestra realidad adquiera una dimensión diferente, una, esencialmente más humana.